domingo, 10 de mayo de 2015

Expectativas que construyen realidades

Cuando las personas esperan un hijo, sea adoptado o biológico, comienzan a configurar en su mente un esquema, una representación interna de lo que se espera de esa pequeña semilla que va a llegar al mundo. Muchos padres desean que sea hombrecito y le guste el fútbol; la abuela espera que sea niña para poder comprarle muchos vestidos y moños; la madre sigue todos los métodos que leyó en internet para poder concebir niña: dieta rica en magnesio y calcio, por ejemplo, o tener relaciones sexuales 12 horas después de la ovulación, que sea ella quien tome la iniciativa del encuentro erótico, etcétera. Estos bebés están por entrar en un mundo donde incluso antes de existir ya se espera que sean, hagan y sientan de determinada forma.

La imagen del niño ideal es aquella que otros desean encontrar en el infante, a través de ella lo miden, comparan y juzgan. No utilizo el adjetivo ideal en términos de perfección, pero en la mayoría de los casos es lo que se espera, niños perfectos que no den molestia o causen inconvenientes, que sean presumibles con las amigas el domingo en el club. ¡Qué niño tan bien portado, apenas hace ruido! ¡Tú hijo está en el cuadro de honor, vi su foto, qué orgullo! Señora su hija tiene claras características de liderazgo, las otras niñas la siguen mucho, es una triunfadora. Claro que los padres se alegran al escuchar cumplidos a sus hijos, la  preocupación inicia cuando este niño no es líder, cuadro de honor, juega, grita, o no tiene las habilidades sociales que le gustarían a los maestros o a los padres, es decir: no se parece a lo que debería ser, a la imagen ideal que proyectan sobre ellos. ¡Mi hijo tiene un problema! O en algunos casos ¡mi hijo es un problema! Sigue Leyendo...

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